domingo, 25 de diciembre de 2011

Navidad olvidada

Los más bonitos sentimiento caen con frecuencia en el olvido. Tanto que el ser humano ha confeccionado días que conmemoran todo aquello que nosotros olvidamos celebrar en el día a día. 

Tendríamos que honrar a nuestros padres todos los días como de les 19 de marzo y el primer domingo de mayo se tratase. Nadie debería recordarte cada 14 de febrero que tengas un detalle con la persona a la que quieres. Deberíamos honrar la memoria de nuestros difuntos más a menudo, no solo los 31 de octubre de cada año. Cada persona debería sentirse los 365 días igual de especial que en su propio cumpleaños. Y así, un largo etcétera de fechas que nos recuerdan lo incapaces que somos de mantener un estado sentimental regular.

Ahora, con la escusa de la Navidad ocurre lo mismo. Lo infelices que somos durante todo el año se compensa con casi dos semanas de alegría y sentimiento navideño. Ahora es cuando la gente se acuerda de desearle el bien al prójimo, de ser educado y agradable, de cosechar buenas acciones y felicitarle las fiestas y el año nuevo incluso a cualquiera. Hoy día nos sobra felicidad. Estamos rebosantes de felicidad, para dar y regalar. Eres incapaz de llamar a tu tío durante todo el año, pero el día 25 lo llamas y le deseas feliz navidad.

Hay que ser feliz. Este tiempo es para ser feliz, y ese eslogan ha calado tanto que sonreímos y nos lo creemos. Tu puñetera vida ahora es alegre, con luces de Navidad y gorritos de Papá Noel, ¿a que si?  No, pero entre anuncios de turrón y muérdago terminamos por creérnoslo. Incluso los abrazos abundan más durante estas fechas, y quizá sea esto lo que más me duela.

A pesar de todo, yo soy igual de olvidadizo que vosotros y, por consiguiente, que el resto del mundo, por lo que tampoco digo a la gente de mi alrededor lo que de verdad siento por todos ellos. Quizá sea el más olvidadizo, esa memoria me ha salido cara.

Ahora bien, mi único deseo es tratar a cada uno como realmente se merece. Trata a tus padres como ellos te tratan a ti, como si los 365 días del año fueran el día de la madre y del padre. Cuida a tus amigos, que son muy pocos los que realmente valen, no esperes su cumpleaños para demostrar lo que sientes. Visita y alegra a tus abuelos, han vivido mucho y poder disfrutar de sus nietos es impagable. Haz que cada día sea un San Valentín para tu pareja, trátalo/a como el príncipe o princesa que son. Lleva flores a tus fallecidos, una persona muere dos veces, cuando muere y cuando se le olvida, así que no los olvides nunca. Haced de cada día algo especial y no esperéis fechas marcadas en calendarios.

Yo no comparto la felicidad que impone la Navidad. Me resulta una gran mentira que aceptamos con gorros rojos con un pompón blanco en la punta. Me entristece pensar en la Navidad. Pero a pesar de todo, quizá sea la época del año en la que más baratos están los abrazos, los besos y el cariño en general.

A pesar de todo, os deseo una Feliz Navidad a todos.




jueves, 8 de diciembre de 2011

Tú y tu manta

         Bajo una sábana nos creemos protegidos de todo elfo maligno, ente del mas allá o insecto gigante hambriento de sangre humana, ¿verdad? Nada como taparte con la manta todo el cuerpo en tu oscura habitación a modo de escudo impenetrable. Esta tan simple "protección" de algodón, plumas, felpa, piel o poliester ejerce sobre nuestra timidez una inyección de seguridad que ni años de psicólogo ofrece.

            Por contrapartida, la misma nimiedad que te promete seguridad subyace a un miedo más nimio si cabe ante una situación normal. Tus miedos y pecados no tienen cabida en tu burbuja de tela por cama que tienes. Acudes a ella tanto para llorar como para odiar, y en ese amplio espectro de sentimientos se halla, segurísimo, el tuyo.

            El sueño es lo de menos, ya que siempre conservamos cinco minutos antes de dormirnos para hacer un reseteo, un resumen de nuestra consciencia, tan solo para creernos al mando de nosotros mismos, atando cabos sin sentido. Cuando esos cabos son mas inhóspitos de lo normal y las puntas apenas llegan a rozarse, es cuando nos escondemos bajo nuestra manta. El ser humano es así de sencillo.