miércoles, 20 de julio de 2011

Fiestas Patronales de Rebolledo



         Trescientos sesenta y un días de trabajo con un único fin: llevar a cabo cuatro días de fiestas dedicados íntegramente a los vecinos, a un pueblo. Un pueblo que vestimos de gala, de manera sencilla pero elegante, en el cual depositamos tanto cariño como esfuerzo. Una combinación perfecta para un resultado maravilloso. Son muchos los sentimientos que emanan: la satisfacción, la ilusión, el cariño, la desesperación, la pena, la alegría… sentimientos que compartes con todos aquellos que forman lo que se conoce como “comisión”, pero a los cuales yo llamo amigos. ¡Y lo son! Porque aunque seamos personas diferentes, compartimos un mismo objetivo y vivimos miles de experiencias que nos unen. Podemos discutir, llorar, desesperarnos unos con otros… pero siempre terminaremos abrazados y riéndonos de todo lo bueno que hemos hecho y compartido. 
         Es cierto que sin una comisión no podrían existir unas fiestas, pero también es importante que sin un pueblo receptivo, estas jamás podrían ver la luz. Son esos vecinos, los que colaboran de forma económica o con sus propias manos, a los que yo les doy las gracias en cada momento que empiezo una actividad para estas. Otro punto clave para el correcto desarrollo de unas fiestas es la participación, ya que cuando elaboras una actividad y esta es respondida con la presencia de gente que disfruta con ella, te aporta la seguridad del éxito con la que se han llevado a cabo, y esto produce a su vez una enorme satisfacción.
         Me han preguntado más de una vez que cuánto se cobra por estar en la comisión. Cuando les contesto que no cobramos nada extrañan la cara, y seguido a ello me preguntan que por qué lo hago entonces. Yo les sonrío y les contesto que no sólo existe la compensación económica, si no que existe otra mucho mejor y mayor: la satisfacción de ver los frutos de un gran trabajo acogido con alegría y diversión tanto por vecinos del lugar como por todos aquellos que se acercan y hacen aún más grandes nuestras fiestas.
¡Viva la comisión!, ¡Viva el Rebolledo! Y ¡Viva la Virgen del Carmen!
Un caluroso saludo, Alejandro Torá Martínez, vocal de actividades socio-culturales de las fiestas Patronales de Rebolledo.



jueves, 7 de julio de 2011

Diamante y corazón

        Por tópico lo encontramos en la mano de cualquier damisela de arriesgados tocados y una perfecta manicura francesa. Balanceándose al ritmo de unas hipnotizantes caderas o decorando la sonrisa de una extravagante dama. Símbolo de la riqueza de Holliwood, sobre unos tacones de Channel, posando en una alfombra roja. La belleza de una reina egipcia de morena y perfecta tez. El mismísimo poder de un César del que depende la triste vida de cuatro gladiadores. 
        Refleja decenas de situaciones bamboleantes de destellos ante los que se avergonzarían los ojos de la mismísima Sharbat Gula. Decoran y embellecen lo indecorable, sustituyendo defectos por virtudes. Protagonizan escenas románticas en un indigno plató de televisión o en el mas íntimo rincón de una sábana. Son el capricho de la realeza y sueño de tristes hidalgos. Es capaz de castigar de por vida al hombre bueno y enriquecer al mas gañán. Eso es un diamante.
        En el otro orden de cosas y por contrapartida, lo encontramos en la mano del que sólo tiene su palabra frente a la hipocresía que le rodea. En cada buena acción, en cada favor, en cada gesto. En el centro de todo lo llamado "inútil" por el miedo que tantos tienen de reconocerlo y en el epicentro de toda reacción humanamente explosiva. Musa a la que desde los mas antiguos y recordados rapsodas, hasta los mas banales "artistas" de la actualidad dedican sus versos.
        Sangrante músculo, mas potente que unas olimpiadas de halterofilia, pero delicado cual vidrio. Dueño de emociones y sentimientos. El que escribe las normas, desde el odio mas arrugado hasta un sollozo romántico frente a la ventana. Su tamaño depende de lo ruin que fuese su portador, pero su grandeza depende de los años que, tras muerto este, siga siendo recordado. A grandes rasgos, eso es un corazón.

        Ahora bien, tú eres un diamante y yo soy un corazón.



martes, 5 de julio de 2011

2010/2011

         Muy a pesar de lo que os quiero transmitir, lo que siento no es felicidad. Quiero, tristemente, aparentar ser feliz. Disfrutar el momento, perdiendo el juicio alegando que "es lo que toca". Recordar lo que olvidé y olvidar lo que recuerdo para mirarme al espejo y no pensar que esto se derrumba.


         Podría continuar sacando ricos recursos lingüísticos del baúl del error, pero entonces faltaría a mi norma de nos mas de tres por pena. Normas no escritas que se cumplen a rajatabla, como otras tantas costumbres que terminan siendo duras leyes, con su duro castigo por incumplimiento. 

         Podría ser, por poner un ejemplo, el no haberte saludado antes. Lástima. Tengo un caparazón de granito para que vosotros no veáis el débil pellejo de esta lenta tortuga, y la pena, es que llego a creerme lo que no soy. O quizás, mirándolo a la inversa, creo que soy lo que no, y trato de ocultar una ingeniera mentira. Yo me voy, tu te irás, y hasta el año próximo no volveré a saber de ti.

         Efectivamente, hablo de la temporada 2010/2011. Que nostalgia me entra. Ya no por no poder saludar de nuevo a ese manojo de rastas que tan agradable me hace el estudio, que también, sino por todo lo que conlleva bajar la persiana y cerrar por vacaciones. 

         Acostumbrado a compartir tantas horas diarias, y tantos días a la semana con esas personas, ahora se me hará dificilísimo levantarme del sofá sabiendo que no los voy a ver. Acostumbrado a llevar una trepidante rutina, el imnovador día a día me aterra y acorrala. El no tener qué hacer y organizar mis horas en mis quehaceres como me plazca me aburre si no tengo que hacer malabares con los minutos para poder escribir media rima o limpiar las persianas. El encerrarme en estas paredes me da una claustrofobia impresionante. Todo se me clava y todo me hace sangrar.

         Sin embargo, se que no es para tanto, ya que cuando esa maravillosa rutina comience, estaré deseando que se acabe. Una temporada mas.