¿Quién no disfruta de un espumoso café, a media mañana, en
compañía alguien importante y aderezado con una interesante conversación? ¿O
quién no es capaz de sentirse en una película de Richard Gere, por ejemplo, con
palomitas y abrazos entrecortados? ¿Cuántos de vosotros veis un partido
de fútbol infinitamente más a gusto rodeado de amigos y cerveza bien
fría? O el mero hecho de que te acompañen al súper a comprar pilas para el
mando a distancia, añade un plus que puede hacer de un acto de necesaria
realización una pequeña aventura. Y todo esto porque el ser humano es un ser
social.
¿Social? Si, social.
Uno de tantos adjetivos que se encuentran ligados a las personas como seres
vivos. Tiene más, como por ejemplo, inteligente. Son meras coletillas, palabras
que describen lo que nadie puede poner en duda. Un ser humano dice qué es, cómo
es, cuándo lo es, por qué lo es, dónde lo es y, por supuesto, quién es. Y
nosotros, como seres humanos que somos, lo aceptamos. Realmente y a priori,
sería contraproducente que no lo aceptásemos, pero vaya, que es un asunto
que hoy no nos interesa.
El ser humano es un
ser social, si, pero ¿por qué? Tan sencillo como que toda la vida ha vivido en
sociedad. Desde los antiguos homínidos que habitaban las cuevas de Altamira
hace ya miles de años hasta la cruda actualidad que nos sonríe cada minuto que
pasa. Necesitamos estar rodeados, necesitamos gente. No gente conocida, ni
eso. ¿Habéis ido a una tienda de ropa en la que solamente estáis vosotros? Que
incómodo.
Y es que, como
bien dije hace tiempo, el ser humano es (añadiendo otro a los adjetivos
antes nombrados) mediocre en su mayoría. De hecho, opino que el homo sapiens
tal y como lo conocemos lo es. Una persona solitaria no tiene con quien
compartir mediocridad y se ofende ante su persona. La búsqueda de compañía o la
simple presencia de más gente es, tan solo, para ocultar su gris mediocridad
bajo un manto de homogénea y gris mediocridad común.
Ya no el hecho se sentirse solitario en una
tienda. Sería absurdo abstraer todo un planteamiento, tan ofensivo como este, a
una superficie de veinticinco metros cuadrados de consumismo. En general, las
personas buscan compañía por naturaleza. En cualquier contexto. Desde el
sencillo ejemplo de una tienda de ropa hasta para compartir una vida. Se ha
extendido tanto ese pensamiento y esa manera de vivir, que necesitamos alguien
que nos entienda y comparta nuestra sencilla existencia.
Dándole la vuelta a la
tortilla, un señor que vaya al bar sólo, a beber, se presupone borracho, deprimido,
infeliz. Una mujer soltera a los 45 años una insoportable o golfa. Esto no son más
que mecanismos ideados por los mediocres, para mediocres, con tal de echar
tierra sobre el pensamiento individual que agujerea la capa de mediocridad de
una sociedad estándar. Pero, ¿por qué?
"Nos hallamos en una sistema
de valores en el que la conformidad individual depende de un
colectivo, basándose en la mera comparación de situaciones y
aspectos, tangibles o no, mediante unas 'unidades de medida' ingeniadas por nuestros
ancestros, con las que medimos y comparamos para nuestro gozo o miseria".
Este fragmento pertenece a un filósofo del que no diré el nombre, ya que
lo desconozco. Pero describe a la perfección el triste pensamiento humano. La
imposibilidad de vivir en soledad y cultivar el cerebro interiormente. Es como una planta que a los pocos meses de vida, deja de ser regada y muere, pero con el
tiempo el tiesto en el que se encuentra su seco tallo se llena de malas hierbas
que no necesitan agua para crecer.