Es capaz
de hacerte tirar esa mermelada que hace 20 segundos te sabía buena. De
obligarnos a rebuscar en los estantes del Carrefour para encontrar el producto menos
perecederos. Hasta de hacernos temer por nuestra vida si nos pasamos doscientos
kilómetros del cambio de aceite del coche. Amigos, eso es una fecha de caducidad.