Cuando dejé de enviarte mensajes en palomas y postales en fotografías de lugares lejanos. De regresar al hogar a la misma hora veinticuatro. De regar las petunias que con tanto ahínco mimé durante tantos años. Dejé de llevar tu imagen en la cartera y arranqué sin cuidado tus referencias de mi tablón de corcho. De poner velas por los momentos que juntos matamos y crucificamos.
También me olvidé del significado de determinados vocablos que juré y perjuré no emplear. De todos aquellos atardeceres muertos bajo la sombra de ese olmo. De las conversaciones plenas, y a la vez huecas, de sentimientos con fragancia a frutos del bosque. De aquello que me decías por la mañana al despertar. De mostrar mi sonrisa frente al espejo.
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