Emborracharse para olvidar siempre ha sido considerada como una buena alternativa. El no plantarte por qué lo haces y terminar vomitando amarga bilis supone un precioso tópico asumido desde el principio. Igual que dar gracias a Dios (o a cualquier cosa en ese momento) por encontrar en tus bolsillos un pañuelo para limpiarte la cara y quizás las zapatillas de salpicones. Cualquier escalón acentúa tu derrota y tu aliento halitoso es lo segundo que peor huele, tras tu conciencia. Los cristales de tus gafas son la mejor pasarela para tus lágrimas, quitarte las zapatillas es un tremendo reto y respirar un suplicio. Todo por no pensar en aquello que querías olvidar, y que acabó siendo el protagonista en tu noche.
sábado, 7 de mayo de 2011
Alcoholvido
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Totalmente, pero totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarY a pesar de ello, seguiré haciéndolo. Lo sé.