Tras unos días de inestabilidades emocionales, desmotivadoras situaciones y deseadas ausencias, lo único en claro que puedo esgrimir es esta afirmación que uso a modo de título. No es un chufletazo de optimismo ni un momentáneo atisbo ególatra, y mucho menos duradero. Es una sencilla reflexión que, si bien no fui capaz de verla con mis propios ojos a la primera, ni a la segunda, ni a la septingentésima y largas, al final he caído del burro.
Ciertamente, es algo frustrante el confundir el ser de alguien sólo porque la fracción de si mostrada equivale a la sección buscada, resultando ser invenciones personales el 90% restante de la persona. Esperar una mínima correspondencia ya es prestar parte de tu confianza a un desconocido, y si no acepto un caramelo de un desconocido, ¿por qué voy a dejarle tal fianza, a corto o largo plazo?
Normalmente acabo desistiendo, archivando el caso para sacarlo a relucir unos meses antes de su prescripción, por si algún cabo suelto quedara, poder volverlo a anudar. Después lo solía almacenar de nuevo, sin decir nada a nadie, con la esperanza de que se olvidase del todo y poder tirarlo a la basura. Esta vez, y de ahora en adelante, no seré yo el que guarde pilas de papelotes y documentos con pequeñas frases subrayadas. No.
Tengo un momento, y millones de situaciones a las que responder, así que no quiero gastarlo en una única causa. Sólo un segundo más.
jueves, 10 de marzo de 2011
Ni yo soy tan malo, ni tu eres tan buena
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Si fuera facebook, le daría a me gusta, pero como es un blog, te lo digo a ti, directamente! :)
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