miércoles, 25 de julio de 2012

Rutinario

Hacía tanto tiempo que no escribía que casi se me olvida. Me he tomado un largo tiempo de descanso. Descanso o falta de tiempo, llámenlo como quieran.

Y es que para escribir es necesario disponer de tiempo que invertir en la confección de textos. Hoy día cualquier cosa consume tiempo. La misma experiencia que mas tarde quedará plasmada en los escritos requiere de tiempo.

He apostado por experiencias que creí me otorgarían una perfecta simbiosis entre coreografía y expresión, capaz de moldear todo el barro acumulado en mis zapatos para crear un torrente de prosa interesante para un juguetón cerebro. Pero una vez sentado frente a un editor de texto, como una traviesa hada, desaparece.

"¡Qué me quiten lo bailao!", pienso. Pero ¿qué he bailado?. Me siento un incompetente a la hora de escribir una carta o un comunicado poético diciendo que estoy genial. Y es que cuando escribo es cuando me doy cuenta que no tengo absolutamente nada que contar. A nadie. Tan solo un puñado de recursos lingüistas que embellecen un vacío mensaje.

Podría contar la odiosa historia de la zanahoria que vestía pantalones anchos o la del corista que no supo mantenerse en la sombra. También podría deleitaros con el cuento del loco que simulaba su cordura, del estudiante que quería ser golondrina, del amor con fecha de caducidad, o incluso la escueta narración de aquellas cervezas calientes. En realidad podría contaros tantas cosas, pero ¿para qué?

Me desahoga escribir. ¿Cuánto crees que tardo en escribir todo esto? Creo que no renta unos minutos u horas de desahogo con toda una carga fingida las horas restantes del día. A pesar de ello, quiero retomar la bonita costumbre de escribir mis alegrías y penas por aquí, donde cada uno se da por aludido a su manera y me lo paga con una mala mirada. Siempre me ha gustado que hablen mal de mí.

Hasta muy pronto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja aquí tu comentario...