jueves, 2 de abril de 2015

El tiempo es oro

Restar tiempo efectivo de diversas actividades rutinarias para poder invertirlo en ocio ha sido el eje central de la economía en los últimos años. Hay dos argumentos básicos por los cuales quedaría justificada una compra: o ahorra tiempo a la hora de hacer uso de él en alguna actividad o sirve para invertir dicho tiempo ahorrado ofreciendo algún tipo de divertimento.

La excentricidad de la sociedad aumenta a pasos agigantados. El ahorro de tiempo que se obtenía hace pocos años resulta insuficiente en la actualidad. Hemos logrado extraer valiosos segundos de actividades que se creían totalmente optimizadas, y por cada minuto libre surgen decenas de actividades de recreo.

Los períodos de inactividad también han sucumbido. Lo que creíamos divertido está en el punto de mira de los economizadores de tiempo, en favor de nuevas actividades aún más divertidas que reclaman su quesito en la duración de la jornada.

Como la película "in time", pero de una forma menos extrema y visual, elegimos donde pagar nuestro tiempo. Somos unos brokers, unos linces, unos corredores de apuestas en la bolsa del día. Comer en quince minutos para poder disfrutar durante veinte de un frapuccino. Una victoria más fríamente calculada.

"Ese atasco mañanero me restó tres minutos a las nueve que tendré que añadir a las tres. Llegaré tres minutos tarde a la hora de comer, terminaré tres minutos tarde, saldré a hacer la compra tres minutos después de lo que tenía pensado y regresaré a mi casa con el mismo desfase. Hoy he perdido el tiempo de mi ocio".

Seleccionar meticulosamente el tiempo que dedicamos a determinadas acciones es una ardua tarea. ¿Esta serie valdrá la pena lo suficiente como para invertir mi tiempo en ella? ¿Me compensará dedicar 45 minutos a cocinar este plato de arroz con gambas y setas? ¿Realmente quiero invertir el tiempo que sea necesario en conocer a una persona?

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