Disfruto de su risa distante tanto como ella. Me alegra su expresión desenfadada cuando los latigazos me alcanzan. Solo me causan heridas en zonas no visibles, y es que saben donde golpear. Quisiera acercarme para disfrutar un poco mejor de su olor, pero si lo pienso ese carcelero me mira con cara de "ya sabes lo que te espera".
Tragar saliva se hace complicado, tengo un nudo de triple lazada con tirabuzón en la garganta. Cuando bebo se afloja, pero no dura tanto como querría. A veces, desde la distancia, consigo desatarlo por un momento y en lugar de hablar, escribo. La ausencia de respuesta es lo que me empuja a escupir.
Imagino un resoplido hastío por la mañana. Una repentina apreciación del valor del tiempo alejada de mí. Yo llevo relojes sin pila, el tiempo no está hecho para mí. No impongo límites temporales a la mis hábitos, solo faltaba. Las barreras son algo más que piedras o minutos, son jodidos ectoplasmas que se emborrachan a mi salud y follan apasionadamente a la suya.
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