lunes, 20 de octubre de 2014

Olores

Una nube de partículas flotaba en la habitación. Indescriptibles partículas que rebotaban en las paredes y dibujaban pecas en los muebles.
Su olor impregnaba mi cuerpo, el mío el suyo y ambos al cielo. Su pelo se enmarañaba en mis manos y más abajo también, entre tirones, arañazos y caricias. Decenas de estrellas cruzaban su mirada, generamos electricidad que se transmitía a través de su ombligo. No podíamos dejar de querernos. Ella brillaba como una jodida Diosa, porque lo era, ante mis dilatadas pupilas y sin poder, ni querer, cerrar los ojos. ¡Dios, me volvía loco! No se el tiempo que estuvimos bajo las sábanas ni conté las veces que golpeamos la pared con la cama. Ahora cuento en voz baja todo lo que pueda contar, miro sus antiguas fotos y recuerdo su sabor como si estuviera ahí. Y si, que coño, te echo de menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja aquí tu comentario...