Es difícil hacer coincidir lo que se ve con lo que es.
Somos educados en una fantasía social que dista tanto de la realidad que la
imposibilita de manera tajante. Hay intereses superiores, actores y escenarios
falsos que imitan el mundo y lo adecuan al pensamiento humano. Facilitar el
trabajo de digestión. Doblegar la fantasía y el poder de elección. Acabar con
imaginación y la creatividad.
Nadie pretende que la verdad se sepa. Esta obra de
teatro se perpetra en todos los ámbitos de la vida. En el ámbito racional,
económico, social, sentimental, etc., dividiendo la realidad, entre lo que pasa
y lo que crees que pasa. Por desgracia, acaba teniéndose en cuenta lo segundo.
Todos nos reímos con Jim Carrey en la película "el show de Truman",
pero todos somos un Truman más.
Ya no hay actores contratados. Estamos en un punto que
el programa ha durado tanto que el mensaje ha calado en la mente de todos los
partícipes. Esos actores ya no actúan, sino que están convencidos de su papel.
Son los encargados de inculcar el mensaje en las nuevas mentes y mantener el
orden de pensamiento común.
Aplicar este discurso a cualquier faceta de nuestra
vida nos hará caer en contradicción. Obviaremos el mensaje y la duda planteada.
"Lo que yo siento es real, nadie me ha inculcado nada", dirán. Tu
configuración necesita años de desarme y ensamble para poder asimilar que tu
mismo amor es una pócima inyectada en tu espina dorsal. Pero nadie quiere
ofenderse a sí mismo.
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