Nada es lo que parece y nada parece ser real. La realidad se ha revelado ante nuestros deseos, apagando nuestras luces y secando los charcos. Una espiral de hechos que aceleran la destrucción del exterior de nuestros caparazones. Camino por la escalera, bajando al infierno, cayendo en gracia.
Ódiame por lo que hice y no por lo que soy. Escupir palabras con un encriptado sentido, metaforizando sonrisas de seda que ocultan un sol que no quiere brillar. Sin la posibilidad de palpar los barrotes de mi cárcel por miedo a volver a ver la foto que colgué de recuerdo. Todavía lo recuerdo.
Paso mis dedos por el relieve de mis errores y luego me los chupo. Disfrutar de una equivocación, convertir en acierto el error más evidente, ¿un minoritario placer o una sobrevalorada y común condena? Tengo una pistola cargada, esperando para disparar a matar, y solo tú puedes apretar el gatillo.
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