lunes, 11 de agosto de 2014

Una obra titulada "El Creador"

La espera llega a su fin. Una larga cola que rodea la manzana empieza a avanzar con la apertura de puertas. Los asistentes van dejando su abrigo en el guardarropa.
Acceden a la grada y toman asiento, haciendo caso en todo momento de las indicaciones del acomodador. Todo transcurre de manera muy ordenada. Trajes de noche y vertiginosos tocados para ellas y esmoquin para ellos. La gente comenta con sus acompañantes las expectativas puestas en la obra. La crítica ha hablado muy bien de ella. Al fin, se abre el telón. Las voces se tornan murmullos, y estos a su vez dejan paso al silencio. Los primeros compases de la obra consisten en un monólogo. Una voz femenina que parece no estar de acuerdo con la realidad que le rodea. Es muy sensual a pesar del papel que interpreta. Tras unos minutos, una mujer pone cara a esa voz. Entra en escena vestida con un albornoz y tacones. Sigue sin parar de hablar y gesticulando, gesticulando mucho. De repente calla. Su gesto se torna frío, indiferente a todo lo que la rodea. Lentamente desata el nudo de su albornoz. Los asistentes recolocan sus gafas y monóculos. La actriz deja lo caer a sus pies y muestra su bello y desnudo cuerpo ante el asombro de los espectadores. Aumenta un cuchicheo general. Los insultos del público hacen sonreír a la intérprete. Ésta se muerde el labio y cambia su gesto de neutralidad por una jocosa sonrisa. Mira a todos y cada uno de los presentes sin dejar de sonreír. Sus maquillados ojos están llenos de erotismo. Lentamente dirige su mano derecha hacia su pecho izquierdo. Comienza a acariciarlo tímidamente, haciendo círculos con el dedo en la aureola de su pezón. El patio de butacas sostiene la respiración. Se crea el silencio. Las exhalaciones de la actriz se pueden oír desde cualquier rincón de la sala. El silencio es sepulcral. Tímidos gemidos salen de su garganta mientras sigue manteniendo la mirada al público. Con la otra mano se agarra el pelo. Se masajea ambos pechos con meticulosidad. No deja ni un centímetro de su piel por tocar. Los focos emiten calor y su cuerpo comienza a sudar. La gente toma una mejor postura en su butaca sin perder detalle. Nadie les dijo que la obra fuera tan explícita. La actriz baja la mano acariciando su cuerpo hasta llegar a su perfectamente depilada vagina y se la acaricia insinuando el principio del próximo acto. Por primera vez cierra los ojos y sus gemidos aumentan de frecuencia y volumen. Los asistentes empiezan a notar el calor y se ven las primeras chaquetas sobre los posabrazos. Las caricias se tornan sensuales masajes en su clítoris, al tiempo que tira de su larga melena negra. Se chupa la mano para lubricarse mejor. El sudor cubre su cuerpo, que brilla como envuelto en aceite. Sus altos tacones la sitúan en una posición privilegiada en el escenario. Introduce su dedo corazón dentro de sí y grita. Gime con pasión al tiempo que muerde su labio inferior. Abre de vez en cuando los ojos para ver las boquiabiertas expresiones del público. La sala está muy caldeada. Se puede ver a la gente como hinca las uñas en la butaca. Algunos hombres acarician la rodilla de su acompañante y algunas mujeres se ponen el bolso entre las piernas. Se estaban desinhibiendo lentamente. La intérprete seguía gimiendo, cada vez más fuerte. Ya no abría los ojos y tampoco cerraba la boca. Dejó su pelo para apretarse los pechos, al tiempo que se escupía en los pezones. Empezó a gritar. Gritaba del placer de masturbarse frente a tanta gente y que ellos disfrutaran. Nadie esperaba que la obra fuera así. Algunos asistentes se comienzan a besar y a acariciar. El erotismo está por toda la sala. Los gritos de la actriz ganan fuerza. Se contiene la respiración en todo el teatro. Le tiemblan las piernas, pero aguanta, sabe que le queda poco. Su cuerpo está empapado en sudor y fluidos. Caen gotas a los de las primeras filas. Grita más y más rápido, con los ojos cerrados y sin dejar de masturbarse. Su voz se entrecorta momentáneamente y emite un último grito. Acaba de alcanzar el clímax en el escenario. Exclama un "¡Dios!" con la poca voz que le queda. Chupa sus dedos una vez más, parece que le gusta cómo sabe. El público rompe a aplaudir. Más de diez minutos de aplausos que se extienden hasta después de haber salido de escena la actriz. La gente se levanta poco a poco y ordenamente, igual que como entraron, salen. Recogen sus abrigos y vuelven a sus hogares. Mañana volverán.

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