viernes, 1 de agosto de 2014

Libre albedrío

Jamás fue consecuente con sus actos, ya que jamás le fue algo necesario. Vivía confiando en el libre albedrío del universo. Se posaba sobre su cáscara de nuez y dejaba que la marea lo transportase. Su energía eran los pasos que daba hacia delante, y su felicidad, una conjunción de hechos fortuitos que aminoraban su desesperación.


¿Quién era él para dictaminar los caprichos de la casualidad? O peor aún, ¿quién era él para poner en entredicho la aleatoriedad del universo? Un bombardeo de actividades inconexas reafirman el equilibrio del todo, manteniendo a cero el balance final. Los besos que diste por los que te negaron.

Tuvo que ocurrir, que viniera ella, como del futuro, a cambiar el rumbo de su historia. Ella borró su fortuito futuro y reescribió una nueva descripción de lo que debía ser lo que ocurriese el día de mañana. Sembró una semilla, quizá por casualidad o quizá no, que germinó tan rápido que el propio universo reconoció su poder.

¿Cuándo se abandona la casualidad para apoyarse en causalidad? ¿Cuándo la chiripa se convierte en determinación? ¿Cuándo un espacio y un tiempo dejan constancia en la historia, siendo tenidos en cuenta como trampolín? ¿Cuándo has confiado en el azar y has abandonado tu futuro? 


Ella y yo pensábamos igual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja aquí tu comentario...