miércoles, 23 de julio de 2014

Brillaban

"Respira hondo muchacho". Es lo que me repito una y otra vez mientras actúo. Pienso en música, eso me relaja. Todas las canciones me recuerdan a ella. Justo la que suena en mi cabeza dice una estrofa tal que así: "me crees imbécil para no saber que dos y dos son cuatro, cuatro y dos son séis". No sé por qué es precisamente esa canción la que me vino a la mente. Me lo creo y no lo entiendo.
Son los cinco minutos más largos de la historia y, por lo que veo, aún me quedan. Necesito beber mucha cerveza para poder mirarla y solo tengo un café. No tenía que haberlo hecho. Odio que me odie, pero me odia. Quiero salir corriendo y desaparecer, pero tengo los pies cubiertos de hormigón hasta las rodillas. De todos modos, es solo mi mente la que desea desaparecer, mi cuerpo no es capaz de reaccionar.

Me tiembla el pulso. Noto incluso como mi corazón envía sangre de manera irregular a mis órganos. "Esto es una puta pérdida de tiempo". Mi mensaje cambia. Me contradigo a cada latido y soporto las lágrimas, no quiero que nadie las vea. Insisto en mi necesidad, necesito autodestruirme un poco para poder verme con mejores ojos y aguantar. Jugué con la ilusión como si nada.

Mi único apoyo es una foto en la que detrás estaba la palabra "gracias" escrita. Una foto que vete a saber dónde está. Una foto que me dice que me eche a un lado y deje de recordar, pero en la que sus ojos y los míos brillan. Y es que antes brillaban. Ahora no se si los suyos brillan. Solo sé que los míos ya no brillan por las mismas razones.

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