lunes, 28 de julio de 2014

Otro punto de vista

Dices que siempre estarás ahí. Que nunca vas a fallarle, que tu hombro estará disponible para sus lágrimas y que tu tiempo es suyo. Podrías seguir prometiendo, pero la idea ya le ha quedado clara al receptor. Ojalá no te llame, evidentemente, pero tu te ofreces. Una generosidad emocional sin parangón, aunque se repita cada día.
Apuestas por un mal momento. En ese mal momento, como si de bomberos a un incendio se tratase, acudirás raudo y veloz. Porque, evidentemente, no quieres ver sufriendo a esa persona y tu te eriges como uno aquellos que pueden reconstruir la moral y servir de desahogo. Genial.

Quizá no quieras tanto a esa persona. Tan solo quieras sentirte deseado, elegido o señalado. Que en sus peores momentos, seas tú la persona que necesita para lamer sus heridas. Sentir que ocupas un hueco en su corazón. Sentir que algún día podrías llegar a ser importante para ella, si no lo fuiste ya.

A mí no creo que llame nadie para utilizar mi hombro a modo de apoyo. Tampoco he ido pregonándolo. Pero espero que, algún día, me consideres importante.

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