martes, 22 de julio de 2014

Demasiada conversación

Después de un malogrado polvo, que pasará sin pena ni gloria a ningún sitio, me dijo que no me enamorara de ella. Me sorprendió, pero seguí su comba para ver hasta dónde llegaba. Puso especial énfasis en mis sentimientos. Parecía conocerme, menos por errar en cada palabra. Me describió de una manera muy especial. Ojala fuera así de verdad, pensé para mis adentros.
Me excusé e intenté hacerla entrar en razón: ella no era especial. Era una más, una de tantas historias sin argumento o con uno muy sencillo. Pero tampoco se merecía ese trago, evidentemente. Ella tendría sentimientos, aunque yo los ignorase. Su tesis se repetía sin atender a mis razones. El alcohol le habrá jugado una mala pasada, supuse cuando dijo que yo era diferente.

Tuve curiosidad por su exacerbante interés en mi bienestar sentimental. Opté por inventarme una historia, para que ella me contase la suya en contraprestación. La mía dejaba bastante que desear. No estuve imaginativo, pero cumplió la función que debía. Ella acabó cediendo y abriéndome su corazón durante unos diez minutos, aproximadamente. La suya era bastante mejor, posiblemente por ser verídica.

Me dijo que yo me parecía a él, al protagonista de su historia. Nadie querría participar en un teatro como ese, y más habiendo sido el redactor de las bases, aunque fueran ignoradas. Sabíamos mucho el uno del otro, demasiado. Al menos yo. Hay clavos que mantienen muy bien la temperatura. 

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