Me dijo que ya no me quería y no volvería a hacerlo.
Jodidamente concreta y, aunque no lo quiera creer, sincera.
Seleccionó cada palabra y sacó punta a cada una.
Le dije que no le creería, que pensaba en su cuerpo.
Actué como si no doliera aunque tuviera un pie en la hoguera.
Me desentendí de su tez y su olor, sembré mi duda
y pregunté por su mirada, llena de odio y pena.
Me contestó sin especificar, ella era su argumento.
Sus ojos eran suyos y solo suyos, de aquella ofendida guerrera.
Busqué como acariciar su pelo, probar fortuna,
saciar mi alma y ganar un segundo. Cualquiera.
Se desvaneció entre lágrimas y futuros inciertos.
Todo resultó ser mentira. Yo no estaba allí, ni sus ojos ni ella.
Tan solo imaginaba a una manzana madura,
dando los buenos días sin ser cicatera.
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