Consumo lo que no me favorece. No lo hago por gusto, ni si quiera es en busca de satisfacción. Aumento peligrosamente mi dosis cada noche, aunque me engañe a mí mismo diciéndome que pararé pronto. Jodido. Es un castigo merecido.
Castigo mi vanidad y flagelo mi hedonismo. Rompo los pilares de mi templo. No supe cuidar el tesoro que allí habitaba y del que tanto me he vanagloriado. Ahora me aplico mi propio correctivo. Mi pena. Por lo visto, echarte de menos parece no ser una sanción suficiente.
Estoy obligado a sonreír y guardar la compostura. Es la parte más dura. Una alfombra de integridad que oculte las ruinas y cascos vacíos de cerveza en la azotea. Exponer una mirada que se vacía más y más cada día, soportando la mentira de no quererte. Ojalá me vieras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja aquí tu comentario...