Acurrucarme en su pecho
desnudo. Escuchar como su corazón se acelera y su respiración se agita con mi
voz. Ser el centro del universo. Dejar atrás el alcohol y la diplomacia, y
aferrarme a su torso como un niño a sus sueños. Olvidar la vergüenza, los prejuicios
y la noción del tiempo. Exigir un abrazo con la imaginación e inmediatamente
ser correspondido. Juntar los labios con sus pechos. Respirar el olor de su
piel, que huele tal cual lo recordaba, y tornar poco a poco de gallina su
vello. Entender la sensualidad de nuestras mentes ante un rayo de luz, vestida
de dudas y temores. Déjame esconder nuestros miedos en la caja donde almaceno
tus recuerdos, prometo no mirar ahí dentro. Y después, llorar.
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