viernes, 12 de septiembre de 2014

Eres perfecta

Miraba y miraba y no los encontraba. "¡Joder!", pensé. Quizá si los encontraba podía hacerlo todo más llevadero. "Si ya los había visto antes, ¿por qué no los podía ver ahora?" me preguntaba constantemente mientras afinaba la vista. Y es que sus defectos tenían que seguir estando ahí. Por más que miraba solo veía perfección. En su tez, en su manera de hablar, en su forma de ser... su voz, sus gestos, su uñas, su ropa... todo bien. Ninguna traba pude ponerle.


De camino a casa no hacía más que repetirme excusas como que quizá fue por la luz de aquel lugar. Había muchos factores que podían darme la razón, podía inventarme decenas de excusas y jugar a las triquiñuelas conmigo mismo para autoconvencerme de que todo seguía igual. Pero no. Me resultaba tan difícil creer eso como que yo mismo lo vi con mis propios ojos. El que se equivocaba era mi yo del pasado. Mi pregunta había cambiado de "¿por qué no veo sus defectos?" a "¿cómo hice para verle defectos?".

Llevaba un anillo de plata con un grabado que rezaba "eres perfecta". Yo le regalé ese anillo tiempo ha, y a pesar de lo pretencioso que me parecía, me pareció un buen regalo. Hoy me he dado cuenta de que es el mejor regalo que pude haberle hecho.

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